CONVOCATORIA

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Las Historias Rosas de Alcoba son narraciones románticas con un tinte erótico que se pretenden entrelazar en una sola historia. Si te interesa unirte a este proyecto envía tu historia a ruletaurbana@gmail.com.
Bases:
Letra Arial 12
Doble espacio
Máximo 12 cuartillas

lunes, 18 de enero de 2010

Por Cecilia Simpkins

Aunque no estuviste conmigo, anoche disfruté de tu sexo.

Me cansé de esperarte y sofocar el calor que cada noche despierta en mi vientre.

Así como se agotaron las esperanzas de que regresaras a mi cama, se encendieron lo mejor de tu recuerdo y el ardor de mis manos entre mis muslos.

Me puse el vestido que más te gusta, el negro, el ceñido y un poco transparente. Frente al espejo que tantas veces nos reflejó, imaginé cómo me lo quitarías, cómo me tomarías por la espalda y bajarías los tirantes. Cómo descubrirías primero mi hombro izquierdo y como lo jalarías hacia abajo hasta dejar mi pecho al descubierto.

Imaginé cómo pelearías con los botones para seguir jalándolo, para dejármelo hasta las pantorrillas.

Vi tus ojos, inquietos, desesperados por deshacerte del resto de mi ropa y por girarme hacia a ti.

Soñé que mis piernas rodeaban tu cintura mientras me llevabas al sillón.
Sentí la violencia con la que solíamos caer en ese sofá.

Recordé cómo te gustaba verme desnuda sobre tu cuerpo húmedo aún antes de desvestirte.

Fantaseé con que estábamos ahí, los dos sentados. Yo sobre ti.
Sentí cómo tomabas mis tobillos y escuché tu respiración agitada, como cuando apretabas las plantas de mis pies.

Evoqué el placer que sentí la primera vez que nos convertimos en uno sólo.
¿Te acuerdas?
Fue un domingo, en un encuentro breve, apresurado, a escondidas de las visitas.

De espaldas a ti, presionaste mi cuerpo contra el escritorio. Levantaste un poco mi blusa y deslizaste la parte inferior de mi ropa.

No fue necesario hablar, no fue necesario vernos a los ojos. Nuestras pieles encontraron el camino, como lo encontrarían cada noche, hasta hace un año, cuando comencé a contener en mi cuerpo el deseo que anoche exigió a gritos que lo liberara.

Frente al espejo, a nuestro espejo, repetí el camino de piel que te gustaba seguir hasta llegar hasta tu lugar favorito.

Te imaginé viéndome, extasiado, acalorado.

Mis manos se convirtieron en tus manos y entonces disfruté de eso que te hacía temblar, de esa cálida humedad que complementaba la tuya.

Anoche no estuviste entre mis sábanas, pero tu recuerdo estuvo entre mis piernas.

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