CONVOCATORIA

Este blog pretende reunir un trabajo colectivo de escritores convocados a través de nuevas tecnologías como Facebook y Twitter.
Las Historias Rosas de Alcoba son narraciones románticas con un tinte erótico que se pretenden entrelazar en una sola historia. Si te interesa unirte a este proyecto envía tu historia a ruletaurbana@gmail.com.
Bases:
Letra Arial 12
Doble espacio
Máximo 12 cuartillas

jueves, 14 de enero de 2010

Por Borboleta di Constanza

Rosa pastel, como la rola de Belanova, sí, yo quería ser esa mujer…

Infelizmente tengo la escuela Shakesperiana, después de haber leído, estudiado, analizado y comprendido Romeo y Julieta, tengo certeza de que el amor, si no es amor imposible, no es amor verdadero.

Lo relevante de esta conclusión propia y literaria también, es que si fuese únicamente para las novelas no habría problema, el drama es que lo he aplicado en mi vida personal.

Fue el amor de mi vida y sin duda yo fui el suyo también. Hace ya quince años que nos conocimos, en nuestra historia fuimos desde novios de mano sudada y novios formales por poco más de cuatro años, estuvimos comprometidos otro año más, fuimos esposos por todas las leyes durante dos, nos separamos uno y finalmente nos divorciamos de lo civil después de ése de separados. Una década mas tarde y siete años sin saber nada el uno del otro, en un par de reencuentros, incluso fuimos amantes.

Hace un par de eneros lo localicé, yo andaba de la chingada en mi vida sentimental y lo invité a buscarme en donde trabajaba. Había ideado un plan para ir a comer y vernos, -juro, ésa era Mi única intención: decirle hola, como dijo Pandora, cómo te va mi amor? como te va?- preguntarle cómo había estado después todo ese tiempo, quería de verdad verlo sólo una vez más, decirle sin palabras que ya lo había perdonado, que ahora ya adultos veía las cosas de otra manera, quería saber los nombres de sus niños, si habría encontrado la felicidad, o como yo en aquel momento no había encontrado ni madres.
Pero las cosas no resultaron así, él sí que llevaba otras intenciones. Me quería… «Reconocer» muy seguramente.

Mientras él hablaba, bla bla bla bla, no me cupo la menor duda: la conversación no llevaba a ningún lado, me di cuenta del bien enorme que me había hecho al retirarme a tiempo, decía puras tonterías y continuaba hablando torpemente, sin embargo, su físico no dejaba de contrariar mis instintos animales, sus dientes grandes y perfectos continuaban asomando esa sonrisa maravillosa detrás de los labios más hermosos que en otro tiempo no habían dejado de atormentarme, su «cachucha» colocada en la misma posición de antes, continuaba enmarcando esas cejas tupidas y perfectas que asoman sus ojos destellantes de color verde agua, y ésa barbilla cuadrada, ay! ésa barbilla de Ken… me daba igual lo que dijera, ni siquiera lo escuchaba, cual fan de actor de cine tan sólo lo observaba, y tenía certeza de que no hubiera puesto ni átomo de resistencia si hubiese intentado besarme, creo que eso era lo único que me pasaba por la mente: cállate y besame.
Claro que no dije nada.

Antes de despedirme le pedí un abrazo, era como si nos estuviésemos perdonando uno al otro, no pude evitar que me atacara el sentimiento de repente y se me quebró la voz, se dio cuenta y trato de persuadirme, pero me bajé inmediatamente de la troca, tenía que volver a trabajar.
Ni veinte minutos más tarde sonó mi celular, su voz sonriente me pedía que como antes en la escuela «me la pinteara», pero ahora de la empresa. Ni tarde ni perezosa me hice esperar, era como si aquella atracción y recuerdos vivos en la memoria no dejaran escaparme a sus encantos que ahora ya hecho un hombre tenía, a mi gusto, triplicado.

Cuando salí del edificio ya me estaba esperando y sin mayor pudor me propuso ir a buscar aventura en aquella tarde de invierno, curiosamente mismo día en el que diez años atrás habíamos estado huyendo de mi abuela, buscando como locos un hotelito en el Distrito Federal, entonces éramos demasiado jóvenes, inmaduros y enamorados hasta el mayor de los desentendimientos.

Condujo hasta dar con el lugar ideal. Es impresionante que algo tan desconocido que te pueda parecer tan familiar. «Bienvenida a tu casa» me dijo entre risas con un tono medio sarcástico y romanticón, pero en el fondo de su alma escuché como un dejo de ganas de que fuera verdad. No tuve mas remedio que subir las escaleras para enfrentarme con mis propios demonios.

Era un búngalito con nombre de una ciudad norteamericana en la que por coincidencias del destino, durante nuestra relación ya habíamos ido juntos. Estaba lleno de espejos mágicos y hasta un tubo de “teibolera” para bailar. Nos reímos cual chamaquitos de tanto bromear y por lo psyco del lugar, nos divertíamos como en los buenos tiempos y después de tanta risa, de esa risa idiota que lo cura todo, vino un momento de calma, entonces me senté en la orilla de la única cama sin saber que más hacer o decir, más que darle un buen trago a mi cerveza.
No me había tocado siquiera el cabello ni con la punta del dedo, cuando de repente clavo su mirada en mi boca y me besó como hacía mucho tiempo nadie me besaba, paso su mano por mi nuca lenta y cálidamente como quién trata a una princesa de cuento de hadas, el beso fue muy, muy lento, nuestras bocas se reconocían así lentamente y yo, cual virgen colegiala, aunque trataba de disimularlo, no podía parar de temblar, a los pocos nuestros cuerpos fueron también reconociéndose, era como si la piel tuviera su propia memoria. Con las yemas de sus dedos recorría mi espalda y muslos como si fueran un mapa que hubiera estudiado con muchísimo cuidado, cada vez que se topaba con un lunar me lo recordaba como quién recuerda con precisión el nombre de las constelaciones para un examen de astrología; paulatinamente los besos y las caricias fueron subiendo de intensidad, yo estaba tan contenta, tan emocionada como la primera vez, pero ya con casi 30 encima, por lo que era prácticamente increíble la taquicardia y conmoción que sentía que casi ni puedo explicarlo, él incluso me susurró entre labios que sentía como mi si corazón fuera a salirse de lugar.

Estaba haciendo el amor con el que había sido mi primer amante, en ese momento era también el último y por instantes sentí que era el único. No era fingido, nada podía serlo en esos momentos en los que revivía todo un pasado, toda una historia, un muerto olvidado, una promesa rota, unos hijos imaginarios… nuestra luna de miel casi enterrada estaba siendo resucitada en aquel atardecer de enero en la que me estaba entregando a un hombre casado con otra, la más extraña sensación, era que me estaba convirtiendo en la amante de mi propio ex-marido, situación por mucho extraña, ridícula y fascinante a la vez.

Al verlo desnudo después de tanto tiempo recordé toda esa ternura, pasión y adoración que sentía por él, recordé lo perfecto que era ante mis ojos y porque me había casado con él, pero también porque me había divorciado de él. Era como si esa infidelidad a su nueva mujer -con la que alguna vez me fue infiel- me la estuviese aplicando a mí misma, locura que me lo revelara y aclarara todo, entonces me comprendí y me perdoné.

Ya pasaron dos eneros más desde ese otro desencuentro, para nada me arrepiento de lo sucedido, estoy tranquila y por primera vez puedo decir que el volver a nuestro pueblo de origen ya no me hace mella y contrario a antes, no desearía encontrarlo ni por equivocación. Ahora sé que lo que le dije la última vez que nos vimos: «no te preocupes, yo ya no te amo», es cierto, ya no amo al hombre que es él hoy por hoy, pero siempre, siempre amaré a ése que fue y que pudo ser, pero que si hubiera sido, definitivamente ya no amaría, y ésa si que sería una verdadera desgracia, porque nuestra historia, como la de Romeo y Julieta, gracias a que no es posible, es inmortal.

1 comentario:

  1. Creo me ha sucedido lo mismo alguna vez...los reencuentros solo arrojan dos resultados: Anhelo por volver con la expareja o decepción total por la misma. Siempre es mejor seguir adelante...hasta encontrar. El pasado vive mejor en la memoria que en su repetición.
    Saludos

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