CONVOCATORIA

Este blog pretende reunir un trabajo colectivo de escritores convocados a través de nuevas tecnologías como Facebook y Twitter.
Las Historias Rosas de Alcoba son narraciones románticas con un tinte erótico que se pretenden entrelazar en una sola historia. Si te interesa unirte a este proyecto envía tu historia a ruletaurbana@gmail.com.
Bases:
Letra Arial 12
Doble espacio
Máximo 12 cuartillas

miércoles, 27 de enero de 2010

Por: La balada despeinada

Tus manos perfectas.

Tocas a mi puerta y yo supongo que lo haces tranquilo, con tu chaqueta beige y tus manos perfectas. Te abro y espero que llegue a mí tu sonrisa grande y tus orejas chicas. Espero a que subas el martirio de mis escaleras para poder abrazarte y olerte de nuevo. Por fin lo haces y me desploma por un instante tu presencia, tu figura.
Suelo disfrutar estos momentos en mí guarida mucho más que las salidas y los bares. Me gusta platicar hasta las 3 de la mañana, justo cuando creemos que nos queda el tiempo suficiente de noche para consumirnos mutuamente. Pero antes de eso, me aplico en atenderte y consentirte, me encanta que te quites la camisa y los zapatos, que te sientas mas cómodo que en tu propio hogar. Tu compañía es adictiva como el café por la mañana y de la misma manera me pone alerta, coqueta. Porque contigo me siento coqueta, sensual para arrebatarte el vaso de la mano y treparme en tus piernas para que me quites la blusa y me acaricies lento, con calma.
Mientras me cuentas de tus planes y tus sueños, fumas tu cigarro y yo siento que ya me estás haciendo tuya, que ese instante cuando inhalas soy yo la que está en tu boca y tu exhalar es el suspiro de cansancio satisfecho y aguerrido. No quiero que dejes de hablar porque me gusta verte, cruzado de piernas tomando el whisky sin soda, tratando de convencerme con tus palabras dulces, exageradas, se bien que exageradas, pero que en ese momento las siento verdades.
Ya no puedo aguantar más y te pido ir a dormir, no tengo sueño y tú tampoco. Los dos sabemos que dormir es la clave para nuestras caricias. Fingimos que las cosas se dan casualmente, te doy la espalda y me abrazas, me besas el cuello y siento pequeñas descargas eléctricas. Me volteo y dejamos que los cuerpos hablen, que la ropa se caiga, que el mundo gire.
Me besas toda y yo comienzo a sentir que las descargas suben de intensidad, tu solo tacto sería suficiente pero quiero más, claro que quiero más de ti. Nos reímos por momentos porque este amor necesita de la risa, de las sonrisas que nos excitan.
Me consumes y mi mundo se cierra para ti, no hay otra ciudad, no hay otra persona, otro momento más que este. Solo existen tú y tus manos, esas manos de hombre que quiero por todo el cuerpo. Quiero probar tu sudor, morderte, comerte.
Te quiero a ti por sobre todas las cosas, por sobre todos los hombres. Quiero que estés aquí siempre, conmigo, no tener que compartirte con horarios, con ninguna rutina, con ninguna rival. Probablemente así, la próxima vez que te vea dejemos de fingir esta amistad corrompida por la pasión.

lunes, 18 de enero de 2010

Por Cecilia Simpkins

Aunque no estuviste conmigo, anoche disfruté de tu sexo.

Me cansé de esperarte y sofocar el calor que cada noche despierta en mi vientre.

Así como se agotaron las esperanzas de que regresaras a mi cama, se encendieron lo mejor de tu recuerdo y el ardor de mis manos entre mis muslos.

Me puse el vestido que más te gusta, el negro, el ceñido y un poco transparente. Frente al espejo que tantas veces nos reflejó, imaginé cómo me lo quitarías, cómo me tomarías por la espalda y bajarías los tirantes. Cómo descubrirías primero mi hombro izquierdo y como lo jalarías hacia abajo hasta dejar mi pecho al descubierto.

Imaginé cómo pelearías con los botones para seguir jalándolo, para dejármelo hasta las pantorrillas.

Vi tus ojos, inquietos, desesperados por deshacerte del resto de mi ropa y por girarme hacia a ti.

Soñé que mis piernas rodeaban tu cintura mientras me llevabas al sillón.
Sentí la violencia con la que solíamos caer en ese sofá.

Recordé cómo te gustaba verme desnuda sobre tu cuerpo húmedo aún antes de desvestirte.

Fantaseé con que estábamos ahí, los dos sentados. Yo sobre ti.
Sentí cómo tomabas mis tobillos y escuché tu respiración agitada, como cuando apretabas las plantas de mis pies.

Evoqué el placer que sentí la primera vez que nos convertimos en uno sólo.
¿Te acuerdas?
Fue un domingo, en un encuentro breve, apresurado, a escondidas de las visitas.

De espaldas a ti, presionaste mi cuerpo contra el escritorio. Levantaste un poco mi blusa y deslizaste la parte inferior de mi ropa.

No fue necesario hablar, no fue necesario vernos a los ojos. Nuestras pieles encontraron el camino, como lo encontrarían cada noche, hasta hace un año, cuando comencé a contener en mi cuerpo el deseo que anoche exigió a gritos que lo liberara.

Frente al espejo, a nuestro espejo, repetí el camino de piel que te gustaba seguir hasta llegar hasta tu lugar favorito.

Te imaginé viéndome, extasiado, acalorado.

Mis manos se convirtieron en tus manos y entonces disfruté de eso que te hacía temblar, de esa cálida humedad que complementaba la tuya.

Anoche no estuviste entre mis sábanas, pero tu recuerdo estuvo entre mis piernas.

jueves, 14 de enero de 2010

Por Borboleta di Constanza

Rosa pastel, como la rola de Belanova, sí, yo quería ser esa mujer…

Infelizmente tengo la escuela Shakesperiana, después de haber leído, estudiado, analizado y comprendido Romeo y Julieta, tengo certeza de que el amor, si no es amor imposible, no es amor verdadero.

Lo relevante de esta conclusión propia y literaria también, es que si fuese únicamente para las novelas no habría problema, el drama es que lo he aplicado en mi vida personal.

Fue el amor de mi vida y sin duda yo fui el suyo también. Hace ya quince años que nos conocimos, en nuestra historia fuimos desde novios de mano sudada y novios formales por poco más de cuatro años, estuvimos comprometidos otro año más, fuimos esposos por todas las leyes durante dos, nos separamos uno y finalmente nos divorciamos de lo civil después de ése de separados. Una década mas tarde y siete años sin saber nada el uno del otro, en un par de reencuentros, incluso fuimos amantes.

Hace un par de eneros lo localicé, yo andaba de la chingada en mi vida sentimental y lo invité a buscarme en donde trabajaba. Había ideado un plan para ir a comer y vernos, -juro, ésa era Mi única intención: decirle hola, como dijo Pandora, cómo te va mi amor? como te va?- preguntarle cómo había estado después todo ese tiempo, quería de verdad verlo sólo una vez más, decirle sin palabras que ya lo había perdonado, que ahora ya adultos veía las cosas de otra manera, quería saber los nombres de sus niños, si habría encontrado la felicidad, o como yo en aquel momento no había encontrado ni madres.
Pero las cosas no resultaron así, él sí que llevaba otras intenciones. Me quería… «Reconocer» muy seguramente.

Mientras él hablaba, bla bla bla bla, no me cupo la menor duda: la conversación no llevaba a ningún lado, me di cuenta del bien enorme que me había hecho al retirarme a tiempo, decía puras tonterías y continuaba hablando torpemente, sin embargo, su físico no dejaba de contrariar mis instintos animales, sus dientes grandes y perfectos continuaban asomando esa sonrisa maravillosa detrás de los labios más hermosos que en otro tiempo no habían dejado de atormentarme, su «cachucha» colocada en la misma posición de antes, continuaba enmarcando esas cejas tupidas y perfectas que asoman sus ojos destellantes de color verde agua, y ésa barbilla cuadrada, ay! ésa barbilla de Ken… me daba igual lo que dijera, ni siquiera lo escuchaba, cual fan de actor de cine tan sólo lo observaba, y tenía certeza de que no hubiera puesto ni átomo de resistencia si hubiese intentado besarme, creo que eso era lo único que me pasaba por la mente: cállate y besame.
Claro que no dije nada.

Antes de despedirme le pedí un abrazo, era como si nos estuviésemos perdonando uno al otro, no pude evitar que me atacara el sentimiento de repente y se me quebró la voz, se dio cuenta y trato de persuadirme, pero me bajé inmediatamente de la troca, tenía que volver a trabajar.
Ni veinte minutos más tarde sonó mi celular, su voz sonriente me pedía que como antes en la escuela «me la pinteara», pero ahora de la empresa. Ni tarde ni perezosa me hice esperar, era como si aquella atracción y recuerdos vivos en la memoria no dejaran escaparme a sus encantos que ahora ya hecho un hombre tenía, a mi gusto, triplicado.

Cuando salí del edificio ya me estaba esperando y sin mayor pudor me propuso ir a buscar aventura en aquella tarde de invierno, curiosamente mismo día en el que diez años atrás habíamos estado huyendo de mi abuela, buscando como locos un hotelito en el Distrito Federal, entonces éramos demasiado jóvenes, inmaduros y enamorados hasta el mayor de los desentendimientos.

Condujo hasta dar con el lugar ideal. Es impresionante que algo tan desconocido que te pueda parecer tan familiar. «Bienvenida a tu casa» me dijo entre risas con un tono medio sarcástico y romanticón, pero en el fondo de su alma escuché como un dejo de ganas de que fuera verdad. No tuve mas remedio que subir las escaleras para enfrentarme con mis propios demonios.

Era un búngalito con nombre de una ciudad norteamericana en la que por coincidencias del destino, durante nuestra relación ya habíamos ido juntos. Estaba lleno de espejos mágicos y hasta un tubo de “teibolera” para bailar. Nos reímos cual chamaquitos de tanto bromear y por lo psyco del lugar, nos divertíamos como en los buenos tiempos y después de tanta risa, de esa risa idiota que lo cura todo, vino un momento de calma, entonces me senté en la orilla de la única cama sin saber que más hacer o decir, más que darle un buen trago a mi cerveza.
No me había tocado siquiera el cabello ni con la punta del dedo, cuando de repente clavo su mirada en mi boca y me besó como hacía mucho tiempo nadie me besaba, paso su mano por mi nuca lenta y cálidamente como quién trata a una princesa de cuento de hadas, el beso fue muy, muy lento, nuestras bocas se reconocían así lentamente y yo, cual virgen colegiala, aunque trataba de disimularlo, no podía parar de temblar, a los pocos nuestros cuerpos fueron también reconociéndose, era como si la piel tuviera su propia memoria. Con las yemas de sus dedos recorría mi espalda y muslos como si fueran un mapa que hubiera estudiado con muchísimo cuidado, cada vez que se topaba con un lunar me lo recordaba como quién recuerda con precisión el nombre de las constelaciones para un examen de astrología; paulatinamente los besos y las caricias fueron subiendo de intensidad, yo estaba tan contenta, tan emocionada como la primera vez, pero ya con casi 30 encima, por lo que era prácticamente increíble la taquicardia y conmoción que sentía que casi ni puedo explicarlo, él incluso me susurró entre labios que sentía como mi si corazón fuera a salirse de lugar.

Estaba haciendo el amor con el que había sido mi primer amante, en ese momento era también el último y por instantes sentí que era el único. No era fingido, nada podía serlo en esos momentos en los que revivía todo un pasado, toda una historia, un muerto olvidado, una promesa rota, unos hijos imaginarios… nuestra luna de miel casi enterrada estaba siendo resucitada en aquel atardecer de enero en la que me estaba entregando a un hombre casado con otra, la más extraña sensación, era que me estaba convirtiendo en la amante de mi propio ex-marido, situación por mucho extraña, ridícula y fascinante a la vez.

Al verlo desnudo después de tanto tiempo recordé toda esa ternura, pasión y adoración que sentía por él, recordé lo perfecto que era ante mis ojos y porque me había casado con él, pero también porque me había divorciado de él. Era como si esa infidelidad a su nueva mujer -con la que alguna vez me fue infiel- me la estuviese aplicando a mí misma, locura que me lo revelara y aclarara todo, entonces me comprendí y me perdoné.

Ya pasaron dos eneros más desde ese otro desencuentro, para nada me arrepiento de lo sucedido, estoy tranquila y por primera vez puedo decir que el volver a nuestro pueblo de origen ya no me hace mella y contrario a antes, no desearía encontrarlo ni por equivocación. Ahora sé que lo que le dije la última vez que nos vimos: «no te preocupes, yo ya no te amo», es cierto, ya no amo al hombre que es él hoy por hoy, pero siempre, siempre amaré a ése que fue y que pudo ser, pero que si hubiera sido, definitivamente ya no amaría, y ésa si que sería una verdadera desgracia, porque nuestra historia, como la de Romeo y Julieta, gracias a que no es posible, es inmortal.

martes, 12 de enero de 2010

Por Paola Altamirano

Me percaté de su presencia por el olor hediondo que el viento hizo llegar hasta mi, hice esfuerzos para que después de la arcada no viniera el vómito; lo que no pude detener fue una maldición hacía el desgraciado hombre que sentado en la acera se embuchaba una torta “ahoga-perros”. No era la primera vez que lo veía, como parte del panorama citadino, sin embargo esa mañana su figura me golpeó en el alma tanto como su hedor en el estómago; fue como reparar de pronto en un detalle del cuadro que cuelga en mi propia estancia. Ahí estaba yo, sentada en la parada de autobuses conteniendo la repulsión que me causaba ese ser humano, cuando de pronto en un segundo se paró frente a mi con un tubo de plástico duro y me propinó un golpe directo a la cara que no llegó a su destino gracias a mis reflejos que me hicieron detenerlo a escasos centímetros de mi nariz, con una firmeza e imperturbabilidad que me sorprendieron tanto a mí como a los transeúntes que pasaron en ese momento sin detener su paso. Al tenerlo a esa distancia, conteniendo el aliento lo más que podía, pude observarlo bien: un metro y setenta y cinco, quizás ochenta, de estatura, su rostro, cuya piel estaba cubierta por una larga y tupida barba negra no reflejaba más de treinta y cinco años, vestía un pantalón hecho jirones y ennegrecido por una costra de mugre, al igual que una chamarra tipo militar, como sus zapatos, los cuales llevaba puestos sin agujetas, sobre los pies desnudos y mugrientos; su pelo parecía caerse a pedazos, la parte superior izquierda de la cabeza estaba totalmente carente de pelo, el cual pendía hecho una sola rasta desde arriba de la oreja hasta el hombro; su mirada, la más perdida y loca que yo había visto hasta ese momento, pareció salir de su infierno por un momento para clavarse en la mía, sentí como se erizaba cada vello de mi cuerpo, no pude soportar más; el olor, después de la descarga de adrenalina, se había vuelto a hacer presente, le di un fuerte empujón y subí al autobús, que convenientemente llegaba en ese momento, alejándome de ese sub-mundo que descubrí esa mañana.
COntinua...

domingo, 10 de enero de 2010

Por Delfina Ventura

Cuando te vi en esos pantalones de mezclilla con agujeros por todos lados y esa desfachatada playera negra encendiste algo dentro de mi. Hacia tiempo que no sentía deseo. Y ahí estaba sentada frente a ti mientras escuchaba la apresurada conversación de un viejo amigo intentando hacer entretenida la platica. Cuando Esteban partió al baño te acercaste y dijiste que te gustaban mis caderas, note tu mirada. Sentías deseo. Tenía ganas de meter mis dedos entre esos orificios que dejaban ver tu piel blanca, sentía una incontrolable necesidad de tocarte, pero no sucumbí. Me controle y fui paciente. Pero todo tiene un limite y el de mis hormonas estaba al borde de su final. Me gustabas, y mucho. Tenia que darte tiempo a que definieras tus sentimientos. Unas semanas después me di cuenta que no te interesaba lo suficiente. Así que decidí dar tregua a la carne.
Continuara...

Por Tiny Andi

“Gracias por llevarme esta noche a los lugares más recónditos del placer. No me busques más, pues no me encontrarás ya que decidí permanecer en la playa, en donde nuestros cuerpos se unieron con destellos de pasión.
Tan solo me quedo con el recuerdo de tu cuerpo, de tu voz y de tus dulces deseos. Manuel. “

Viernes
De regreso a Jalisco, decidí escribir mi experiencia con el suave movimiento del barco a la mar, el cual me recuerda a ti en todo momento. Fuiste real. Eres real. Una quimera en mi realidad marítima, en mis ilusiones desérticas. He decidido cerrar este capítulo, esperando encontrarte de nuevo en algún lugar, en donde la arena sea tan seductora como tu cuerpo, en donde el viento me haga abatirme de placer y en donde el momento sea más importante que la misma existencia.

Por Shanik David

Sexo con la ciudad

Sintió su corazón detenerse por un segundo. La vio por primera vez, y supo que estaban hechas para estar juntas. En sus adentros, Jackie se decía “no puedo creerlo, al fin llegué”. Desde que podía recordar había estado enamorada de esa ciudad que veía en películas y series, algo la llamaba y al fin había podido responder al llamado. Mientras cruzaba el punte que lleva a San Francisco se quedó muda, mientras su tío le contaba sobre la primera vez que él había visitado el lugar; en realidad, ella no lo escuchaba, estaba enfocada en absorber los olores y paisajes urbanos, mientras en la radio sonaba, muy ad hoc, American Boy de Estelle.
Esa primera noche fue de reconocimiento, como dos amantes en la primera cita, cuando el roce de sus manos despierta una excitación nueva, Jackie dispuso todos sus sentidos a aprender a conocer a esta nueva aliada.
A la mañana siguiente, después de un desayuno rápido en compañía de su tio, Jackie se entregó sin dudarlo, se dejó guiar por esas calles; sin tener un plan definido recorrió callejones y avenidas como quien busca los puntos erogenos del otro, en busca de suspiros y exclamaciones de placer; conoció y se reconoció en tantos lugares, subiendo y bajando lomas, paseando por los muelles, sintiendo el beso húmedo que le daba la ciudad con la brisa marina.
Continua...

Por Victoria Novo

Amor no incluido

Desde que la adolescencia llegó a mi vida, creer en el amor me resulta difícil.
Esto no tiene que ver en nada con mi historia familiar, al contrario; cuento con la fortuna de tener una familia unida conformada por unos padres que se profesan amor, admiración y respeto. Ellos son de las parejas que en esta época escasean. Viven felices sin importar quién gane más o quién pase más tiempo en casa.
A pesar del ejemplo que vivo en casa, el amor fuera de esas cuatro paredes me parece algo mítico, difícil de creer.
No me gusta enamorarme, salgo de mi zona de confort, de mi espacio vital, lo que los nazis llamaban “Lebensraum”. Esto debido a que soy una persona adversa al riesgo pues no me gusta quedar en ridículo, no me gusta arriesgar mi punto débil.
Recuerdo a mi amiga Vanessa con lágrimas en los ojos regañándome por la falta de compromiso en mis relaciones, argumentaba ella que la posibilidad de encontrar a quien corresponda el amor vale todo riesgo. Vanessa hoy es feliz con Ernie, falta poco para que se casen; seguramente están ahora disfrutando de una tarde llena de caricias y libre de sexo. Ahí recae la diferencia entre Vane y yo, para ella el amor no requiere de pasión, para mí lo es casi todo. Tal vez por eso nunca tomé su consejo en cuenta.

Terminaba el verano cuando conocí a Nico.
La última noche de su estancia en la Ciudad fuimos a donde él vivía. Una iglesia. Sin pudor y tapujos entramos a su cuarto, que se encontraba próximo a las alcobas de los sacerdotes.
El miedo a ser descubiertos aderezó el deseo de estar juntos. Ese deseo no murió ese verano sino que se alimentó por el amor que le profesé.
No hay maneras de describir cuanto lo quise. Él amaba a otra, a su novia, pero me deseaba, de eso estoy segura. Por dos años el mío era un amor víctima de la distancia, de la imposibilidad de estar juntos.
Me enamoré de un intelectual en pañales, de un buen amante.
Al residir en la Ciudad mi amor se fue viciando, comenzó a convertirse en desesperación.
Continua...

sábado, 9 de enero de 2010

Por Angelica Valles

Aquella tarde de verano, en la que el calor apremiaba como ningún otro día; Katia caminaba por la avenida principal del centro de su ciudad: iba tan distraída pensando en el compromiso de esa tarde
Que sus ojos no vieron al chico con el que se tropezó hasta que estuvo de rodillas sobre el piso.

Por Alejandro Ramirez Romero

Ella le suplicó que no se detuviera. Con verdadera veneración, Vladimir la fue masajeando desde los hombros hasta cruzar con esmero hacia la espalda y siguiendo un camino descendente por la columna, llegó a la exquisita redondez de sus caderas para moldearlas como si fuera un orfebre tallando una obra de arte.
Tan pronto lo recibió con las piernas abiertas, sus labios se rozaron antes de pronunciar las palabras que encenderían en ambos un caudal de sensaciones. –Espera un segundo mi vida, vamos al balcón– le dijo Lilí repentinamente, cubriéndose con la sábana.
Continua...

Por Laura Muller

Alguien que no recuerdo me dijo que tuviera cuidado con lo que pedía frente al lienzo de la virgen de Guadalupe. Yo, recién llegada del Norte del país no me fíe de un consejo chilango y sentada en una de las bancas de madera baje mi rostro y me incline al frente. Cerré los ojos y desde lo más profundo de mi corazón pedí a la virgen que Alberto nunca se alejara de mi.
Nunca he sido una mujer agraciada. Hija de padre español y madre mexicana. Desde pequeña sufro de una deformación progresiva de los músculos del cuerpo lo que algunas veces me ha orillado al uso de muletas. La interminable búsqueda de duchas calientes para amortiguar el dolor las acompaño de sensacionales hierbas prohibidas que me hacen olvidar. He buscado alivio en muchos médicos he tenido fe en toda clase de tratamientos y agujas. Nunca imagine que el amor, el descontrolado enamoramiento que sentía fuera la milagrosa cura a mi enfermedad. Cuando se ama todo parece pasar en cámara lenta. El tiempo pasa despacio. La sonrisa ilumina tu rostro. Tus ojos tienen un brillo incandescente. Mi cuerpo sufría un descontrol químico que funcionaba como adrenalina haciendo parece a mi padecer algo lejano y ajeno. Ese viento que se escucha tras la ventana. El impetuoso rayo del sol del cual te escondes bajo la sobra. El maldito amor que nos sube a la cima del universo. El remedio que mis músculo y huesos buscaban se encontraban justó ahí. Más allá del sol. En el ultimo recóndito planeta. Desde tierra podía observar a Alberto e imaginar que me amaba. Solo desde mi fantasía podía transpórtame a sus brazos y escucharlo susurrar a mi oído que me deseaba y quería permanecer a mi lado. Para siempre.
La realidad era diferente. Alberto nunca se fijaría en mi. Se encontraba en otra galaxia. En el planeta perfección. Rodeado de mujeres hermosas y perfectas como el. Lo único que podría llamarle la atención de mi serían las muletas con las que hoy llegue a la universidad. Me siento mal. He caído del sol para aterrizar en tierra dura al verlo besándose en una de las bancas con una hermosa chica de cabello castaño. Mi corazón ha sido exprimido como un limón. Pero que absurda soy. Estas fantasías solo me hacen daño. Me destruyen. Aún más de lo que estoy. Deje caer unas lagrimas al situarme en mi realidad y camine rumbo al salón de clases equilibrando la bolsa donde cargaba los libros sobre el hombro mientras bajo el mismo hombro sostenía la muleta.
Me senté al frente. Me sentía agotada, era mejor ahí. Mi vista solo tendría espacio para el profesor y no perdería la atención observando cada movimiento de Alberto. Así pasaron los días tras mi desilusión amorosa. Lo exámenes y clases fueron arrancados junto con las hojas del calendario pero mi dolor permaneció ahí. Mejor dicho mis dos dolores. El físico y el del corazón.
Odiaba la clase de guionismo. Mi imaginación no era mucha. Yo solo quería dirigir una camara y sentir las imágenes plasmarse. No contar una historia. ¿Que historia podría yo tener?.
Y ahí en esa tan odiada clase nació mi historia. Historia que hoy narro en la búsqueda de entender el amor. En la eterna marcha de una mujer que necesita respuestas. Que no entiende como el destino te puede dar sorpresas tan inesperadas. Que no encuentra razón en la devota oración que un día profeso desde lo más profundo de su corazón frente al lienzo de la virgen de Guadalupe. Una mujer que por el resto de sus días carga con un milagro ya no deseado.

Odiaba la clase de guionismo. Mi imaginación no era mucha. Yo solo quería dirigir una cámara y sentir las imágenes plasmarse, poder crear a través de la lente vidas interesantes, aventuras, pasión, alegría. Quería poner en pantalla todo lo que yo no encontraba en mi existencia. ¿Guionismo? Como sería yo capaz de crear algo interesante si mi vida era tan patética.

Y ahí en esa tan odiada clase nació mi historia. Historia que hoy narro en la búsqueda de entender el amor. En la eterna marcha de una mujer que necesita respuestas.

Sorpresa mayor no me pude llevar cuando vi que Alberto sería mi compañero de proyecto. Su nombre estaba bajo el mío en el pizarrón de los avisos. Mi corazón brinco casi hasta salir por mi boca. Las manos me comenzaron a sudar y comencé a sentir un cosquilleo por todo el cuerpo. Gire a la izquierda al sentir la presencia de alguien y ahí estaba el. Viendo por arriba de mi hombro la hoja con nuestros nombres. Sonrió "mira Angela, nos tocó en el mismo equipo". No pude siquiera balbucear, una mueca torcida fue lo màs que mis labios se acercaron a una sonrisa al saber que Alberto sabía mi nombre. Voltee de nuevo al pizarrón mientras me repetia dentro de mi cabeza lo estupida que era y lo idiota que me había visto al nisiquiera poder contestar algo a su comentario.

Andrea llego, ese perfume era inconfundible, mientras

domingo, 3 de enero de 2010

HISTORIAS ROSAS DE ALCOBA

HISTORIAS ROSAS DE ALCOBA

Te invito a unirte a este proyecto. Pretendo crear una serie de historias de amor con un tinte erótico. Busco ideas, experiencias, vivencias, andares sueños y fantasias. Si tienes alguna idea o te gustaría participar envíame tu historia. Pretendo reunir las historias y novelizarlas, de ellas sacar al rededor de 10 narraciones que conformen las HISTORIAS ROSAS DE ALCOBA.Si te da pena, puedes enviarme tus ideas o escritos a mullerlaura@gmail.com de forma anónima o bajo a algún seudónimo o bien subirlas de forma anónima en http://historiasrosasdealcoba.blogspot.com en forma de comentario.

Bases:

Máximo 10 cuartillas
Letra Arial 12 doble espacio.
Fecha limite de envio 20 de Enero de 2010